Avanzando en la lectura de Las Máscaras de Dios vol. I de Joseph Campbell me he encontrado con esta conclusión a uno de sus capítulos:

‘’(…)podemos afirmar que mientras las energías de la psique en su contexto primario de preocupaciones infantiles se dirigen a los vulgares fines del placer y del poder individual, en los rituales de iniciación se las reorganiza y compromete en un sistema deber social, para que a partir de entonces se pueda confiar en el individuo como un órgano del grupo.’’

Ha sido una reflexión reveladora para mí, lo que viene a mostrar Campbell (ya que sin haber leído el capítulo entero puede ser un poco sorprendente) es que de niños tenemos unas preocupaciones e intereses que al llegar a la edad adulta deberían dejarse atrás para pasar a ser de utilidad a la comunidad. Este tránsito se hacía antiguamente en las comunidades a través de rituales. Ahora en nuestra sociedad más que un ritual hay una atribución automática el día que cumples 18 años. Sin entrar a juzgar si es bueno o malo, sí me parece interesante resaltar lo duro que puede ser que eso te caiga de golpe sin el correcto acompañamiento.

Más reveladora se me hace esta afirmación al pensar en las personas crecidas (mayores por número de años) que siguen con los fines del placer y el poder individual, Campbell los llama infantiles, cuánta razón. Cuando pienso en ese tipo de intereses me viene una sensación de posible placer, pero vacío después de ello, como una euforia que te deja más vacío de lo que estabas. Creo que todos podemos percibir ese tipo de sensaciones si nos escuchamos atentamente, ya que si podemos reconocer esos intereses es porque los hemos tenido (y posiblemente los seguimos teniendo en alguna medida). Es como si fuera común a todas las personas la necesidad de pasar de la infancia a la adultez, pasando de unos intereses a otros. Atribuyo (de manera casi naif) la falta de pasar de una a la otra por una carencia de escucha atenta a lo que profunda y realmente nos interesa. Como si sintiéramos que nos falta algo, que estamos incompletos.

En el taller que co-imparto Tu Vida, Tu Viaje, hacemos una invitación a este tipo de escucha. Una escucha que desde luego no es fácil, desde luego. Los quehaceres, el trabajo, ocio, familia… la sociedad nos aboca a un río de acontecimientos que nos pueden absorber completamente olvidándonos de nosotros mismos por completo en el camino. Por ello José Bravo y yo quisimos crear este taller, un lugar donde poder reflexionar (al menos un poco) sobre qué estamos haciendo con nuestras vidas, a dónde estamos yendo, en quiénes nos estamos convirtiendo.

Esta sensación de incompletitud, de, en palabras de Campbell, no ser un órgano del grupo, es lo que nos empuja a buscar una salida. Es la señal de alarma que nos envía nuestro organismo, o ser interno, para avisarnos de que no estamos en el buen camino. Es lo que en el taller llamamos La llamada (la primera etapa de El Viaje del Héroe). La llamada a tomar las riendas de nuestra vida y dirigirla allí hacia donde queremos.

Por nuestra experiencia en los talleres esta llamada casi siempre se dirige hacia una conexión mayor con uno mismo y/o un servir a otras personas. Muy acorde a esto que dice Campbell, como si internamente supiéramos que hemos de estar más en contacto con nosotros mismos para poder ser más de provecho para los demás. Nada de egoísmo en ello, es ser práctico, como dice nuestro amigo Aziz Djendli en los talleres de La Presencia Activa.

Cuánta sabiduría tenían las comunidades antiguas que ritualizaban estos tránsitos para dejar claro a la persona, de manera profunda e impactante, en qué debería enfocar su vida desde ese momento. Y qué bueno que haya habido gente como Campbell para recopilar, analizar y mostrar estas prácticas.